Despertó tumbada sobre su costado derecho entumecido y al abrir los ojos encontró la mirada del amante satisfecho que alargó la mano para acariciarle el pelo. Con un gesto leve de los ojos le indicó que debía girarse y mirar tras de sí, dejando la vista fija en algún punto indefinido para ella hasta que giró sobre sí misma, recostándose sobre su lado izquierdo y apoyando todo su envés en el cuerpo fuerte que pasaba el brazo sobre ella para abrazar su vientre. Con sus cuerpos acoplados se abandonaron a la contemplación del amanecer que el gran ventanal de la habitación del hotel les brindaba.
Puedo dormir con cualquiera, pero es contigo con quien quiero despertar.